Erase
una vez un caracol y un pececito que se conocieron en el mar. El
caracol estaba en una roca que había en la arena, junto a la orilla. Era
de color blanco con una rayas de color marrón. El pececito nadaba en el
mar y, curioso por lo que había en la orilla decidió acercarse.
Pececito era de color azul; la cola, la boca y las aletas eran de un
amarillo radiante. Al acercarse a la orilla vio un caparazón en lo alto
de una roca. Pececito gritó al caparazón: ¿Que eres? Entonces el caracol
sacó la cabeza del caparazón y, muy lentamente, le contestó que era un
caracol. Pececito se sorprendió, porque nunca antes había conocido a un
caracol.
Todos
los días pececito se acercaba al filo de las olas para poder ver a su
nuevo amigo caracol. Una tarde, mientras esperaba a pececito, apareció
un caballito de mar de color naranja brillante, que venía a darle malas
noticias a caracol sobre pececito. Le contó que su amigo estaba muy
enfermo, porque la basura que arrojaba la gente al mar era cada vez
mayor. Y pececito nadó por donde había mucha basura y se contaminó, por
eso no había venido a su cita con su amigo caracol. Pasaron unos días, y
caracol y caballito de mar reunieron a más amigos y entre todos
limpiaron el mar.
Estando un día caracol tomando el sol, a lo lejos vio como se acercaba su amigo pececito.
- ¡Amigo pececito! ¿Cómo estás? -le dijo caracol muy contento.
- He estado enfermo, pero ya me encuentro mucho mejor, gracias a vuestra ayuda -contestó pececito.
Y
allí, en el mismo lugar de siempre, se encontraban todos los días al
caer la tarde los dos amigos inseparables, para jugar y para contarse
sus cosas del día a día, como hacen los buenos amigos.